Esteban escuchaba y dibujaba. También escuchó a Octavio Caraballo (empresario rural local) y a su tío abuelo Ignacio Corti Maderna, quienes lo animaron a pensar en grande. Ambos fueron una especie de padrinos de su carrera artística. El sueño de Esteban era recorrer la Argentina y documentar a través de sus dibujos y pinturas los trabajos rurales y su gente para luego plasmarlos en un libro. Menudo sueño.
Para eso, Esteban Díaz Mathe necesitaba dejar la estabilidad de su trabajo y comenzar a viajar. Estaba soltero, sin ataduras de ningún tipo. Era el momento perfecto. Aunque justo antes de comenzar la aventura conoció a la chica de sus sueños, quien lo miraba azorada en la mesa de un bar escuchando el delirio de recorrer el país para hacer un libro.
Esteban se lanzó a la aventura. Dejó el trabajo y comenzó el periplo de viajes. No tenía auto y los recursos eran acotados, asique tuvo que planificar las visitas a las estancias con precisión Suiza para llegar a lograr su objetivo: el libro.
El primer destino fue una estancia en Tierra del Fuego, donde estuvo dos semanas. Volvió a Buenos Aires, bajó toda la información y arrancó nuevamente a La Pampa, luego vinieron Río Negro y Neuquén. También Entre Ríos, Formosa, Salta, el interior de Buenos Aires y Córdoba. “Luego de cada recorrida volvía a casa, me quedaba algunas semanas y volvía a visitar otras estancias en una nueva provincia”. Díaz Mathe llegaba a cada uno de los lugares para documentar las tareas típicas del campo Argentino. Podía ser un arreo por la cordillera en Neuquén, una yerra en Córdoba, el paso de una tropa por un río de Entre Ríos o una esquila en Tierra del Fuego. Cada imagen iba tomando forma desde los trazos del incipiente artista. Casi sin hablar, observando en silencio las costumbres de cada región y conversando con la gente de campo. El psicólogo influyó en el artista. Eso se nota en sus pinturas. Las obras hablan, transmiten. “En la pintura hay una parte emocional muy fuerte. Si la obra no vibra, no funciona”, afirma Díaz Mathe.
