En esta entrevista, el fundador de Rugby Sin Fronteras repasa los momentos en los que el deporte logró unir lo que parecía imposible: veteranos de Malvinas, chicos de Israel y Palestina, sobrevivientes de la tragedia de los Andes y un tributo a Nelson Mandela.
Por Belén Sainz-Trápaga
“Los pájaros se juntan por el modo de volar”. Ese es el slogan de la fundación Rugby Sin Fronteras, que nació con el sueño de construir una comunidad que viva en armonía promoviendo los valores del rugby a través de distintos eventos y capacitaciones. “Lo simbólico -explica Bautista Segonds, su creador- es que seguimos al de adelante por cómo vuela y no por lo que dice. Y desde la fundación siempre vamos a actuar desde el hacer, no desde el decir”. Bajo la premisa de que el deporte tiene el poder de transformar y unir, Bautista comparte increíbles ejemplos de cómo aplicar esta herramienta en la sociedad.
-¿Jugaste al rugby toda tu vida?
-Sí, yo soy de Coronel Suárez y viví allá hasta el año 91, cuando vine a jugar a Pueyrredón, donde jugué del 91 al 2007. Jugué desde los 8 años en Coronel Suárez Rugby Club, que se fundó con nuestra primera camada. Después estuve estudiando en Tandil y jugué en Los Cardos Tandil dos años y, sin terminar la carrera, me vine a vivir a Buenos Aires para jugar al rugby, que era mi sueño. Cuando todo el mundo me decía y de qué vas a vivir y todo. Jugar en Los Pumas era mi sueño.
-¿Cómo se te ocurrió fundar Rugby Sin Fronteras?
-La idea surge cuando en el Mundial de 2003 se anuncia que no iba a haber tercer tiempo. Ahí pensé que deberíamos poder hacer algunas acciones que demuestren la importancia del tercer tiempo en el rugby como instrumento de encuentro, de relación. Y se me ocurrió hacer un partido en las Islas Malvinas, emulando el ejemplo de Mandela, que en 1995 usó el rugby para unir a su país. Así que me puse a buscar las posibilidades de hacer ese partido en Malvinas. Y jugaron juntos veteranos de guerra argentinos y británicos. Fue una muestra de lo que el rugby puede lograr como deporte formativo, para cuidar los valores y el tercer tiempo. Hay una película que se llama “El camino del encuentro”, que cuenta la historia de cómo pudimos hacer ese partido en 2009. Se puede ver gratis en Cine.ar

-¿Cómo lograron que les permitan hacerlo?
-Fue todo un proceso. Cada acción que se lograba tenía atrás 100 acciones que no se habían logrado. Como el rugby, que nos enseña siempre a ir para adelante por más que nos dijeran que era imposible. Después de muchísimas acciones, el encargado de deportes de las Islas Malvinas o de las Falklands nos contesta un mail: “desde las Islas no tenemos relación económica, política ni social con la Argentina y tampoco jugamos al rugby así que no entiendo qué quieren hacer”. Le dijimos que si nos recibían íbamos a contarles cuál era la idea. Él pensó que era una joda pero de la Asamblea le dijeron “bueno, deciles que vengan”. A los 15 días estábamos con Fernando Vela contándoles el proyecto de usar al rugby como un instrumento de acercamiento de los pueblos. En ese viaje, en septiembre de 2009, nos terminaron diciendo que sí, que era una buena idea. Pero en noviembre cambió la Asamblea y la nueva nos dijo que no éramos bienvenidos. Teníamos el viaje programado para diciembre así que decidimos ir igual. Y bueno, fue maravilloso, por la recepción que tuvimos, sobre todo de los chicos de las islas. Fueron cuatro viajes: volvimos en 2010, en 2011 y en 2015 en el Mundial de Londres jugamos un partido al que fueron 14 veteranos argentinos y allá nos recibieron otros 16 veteranos de guerra británicos. Hicimos un partido mezclado, como juega siempre la fundación. Terminamos con un scrum y un cartel enorme que decía: “Yo te declaro la paz”, en inglés y en español, todos abrazados empujando juntos.
-También organizaron un encuentro por la paz entre palestinos e israelíes, ¿cómo fue?
-Sí, eso lo hicimos en 2012. Había viajado en julio para ver la posibilidad con la Fundación Simón Pérez y otros organismos que nos apoyaban. Se iba a hacer en noviembre y justo cuando íbamos a viajar se desata una escalada de violencia que hace 25 años que no sucedía y se suspende todo el evento. Y dijimos: “viajemos igual, de alguna manera lo vamos a lograr”. Y viajamos, hubo un alto el fuego y logramos concretar el partido. Todos los que nos decían que era imposible nos habilitaron. El encuentro fue tremendo, un partido histórico. Fue el 23 de noviembre de 2012 y tres días después me recibió Benedicto XVI en el Vaticano y le entregamos la camiseta del partido que habíamos hecho. Fue increíble.

-¿Cómo fueron los encuentros con el Papa?
-Francisco nos apoyó en varios eventos, inclusive hizo el primer pase del partido que hicimos entre veteranos argentinos y británicos. Pero Benedicto XVI era distinto porque yo no conocía ningún amigo de amigo de él ni había hablado nunca con un Papa. Él habla siete idiomas, entre ellos español.
-Contanos del partido con los sobrevivientes de la tragedia de Los Andes
El vicepresidente de la fundación, Gustavo Zerbino, es uno de los sobrevivientes de los Andes. En 2012 se cumplían 40 años del accidente. Ellos eran 45 y 29 quedaron en la montaña. Decidimos jugar un partido homenaje para honrar a ellos y a los sobrevivientes ahí donde están los restos del avión, a 3.800 metros de altura en la montaña. Lo denominamos “el partido que no pudieron jugar”.

-También jugaron en homenaje a Nelson Mandela en la cárcel de Robben Island…
-Sí, fue donde él estuvo preso, que hoy es un museo. Armamos una cancha en el patio de la cárcel para jugar un partido en homenaje a Mandela. Vinieron el Tano Loffreda y John Carlin, que es el periodista británico que escribió el libro “El factor humano”, por el cual se hizo la película “Invictus”. Fue un evento extraordinario.
-¿Y cómo es el trabajo que hacen en Argentina?
-Nosotros teníamos -con esto de la pandemia están suspendidos- dos proyectos importantes. Uno era en Formosa con los chicos del club de rugby Quompi, que son de la comunidad aborigen Qom. Ahí acompañamos un proyecto que lleva adelante Hilario Camacho, que es el fundador, que es un chico aborigen, para facilitarles las herramientas y los medios para que cada día fueran más jugadores. Se armó también un equipo de jugadoras mujeres. Es para que a través de los valores del rugby ellos se puedan integrar a la sociedad porque son comunidades que están muy alejadas de la sociedad.
-¿Cómo fue el acercamiento a esos chicos que pudieron sacar de las drogas?
-Y el otro proyecto nació porque el cura de la capilla de González Catán, el padre Eugenio, nos pidió si podíamos ir a colaborar con los chicos que estaban en la calle y no hacían ningún tipo de actividad. Así que empezamos a enseñar rugby en la parroquia a un mixto de chicos y chicas. Todos los martes, jueves y sábados; llegó a haber 100 chicos y muchos se integraron a los clubes zonales. Chicos que seis meses atrás estaban abandonados en la calle muy cerca de delinquir. El club es un camino completamente distinto: es un pulmón que te contiene, te acompaña y que te forma. Ni bien se pueda queremos retomar.

-¿Cuáles son para vos los valores del rugby que los chicos pueden trasladar a sus vidas?
-Creo que el respeto por sobre todas las cosas, el autocontrol, el trabajo en equipo, la solidaridad, la capacidad de esfuerzo y de resiliencia que te da el rugby… porque siempre te enseña a ir para adelante, a levantarte más allá de las dificultades, y todo eso hacerlo en pos del equipo. El rugby es como una reserva moral de la sociedad. Es un gran referente formativo. Tenemos que mejorar algunas cosas, que ya se están haciendo. Pero cuando el chico llega al club lo primero que se le enseña es el respeto hacia las reglas del juego, al árbitro, al rival. Y eso lo llevamos después de por vida. El concepto de equipo por encima del individuo. Es una gran bendición. A mí me abrió las puertas del mundo. Estuve con quien quise haciendo lo que quería hacer y el único pasaporte que tenía era el rugby.

-Hablaste de aspectos a mejorar. Existen percepciones negativas del rugbier a raíz de la golpiza que terminó con la vida de Fernando Baez Sosa en Villa Gesell, de los tweets racistas de algunos de los Pumas y hasta hay una parodia en el personaje de Dicky del Solar. ¿Qué trabajo se hace para corregir este tipo de actitudes?
-Hay todo un programa ahora para trabajar sobre aspectos a corregir para 2030. Tenemos que ocuparnos, sobre todo de las situaciones en los boliches bailables, donde el problema principal es el alcohol, y en el caso de los rugbiers al ir siempre en equipo se genera el efecto manada. Eso hay que trabajarlo. Siempre tenemos cosas para ajustar. Hay muchos valores que se contemplan independientemente de que un sector, o los medios, o sectores políticos quieren demonizar al rugby. El rugby es una herramienta. Mandela la usó para unir a su país, otros políticos usan el rugby o el fútbol para dividir al país. La herramienta no es ni buena ni mala, es de acuerdo a cómo uno la utilice. Nuestro trabajo es construir y acercar. No destruir ni alejar. El deporte es un gran reservorio moral, una posibilidad de que nos transformemos como país en un equipo. Ese es mi objetivo, mi propósito. Que cada uno desde su lugar haga su parte. Un equipo de 44 millones de argentinos que tenemos que tirar para el mismo lado.
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Fotos: Gentileza Rugby Sin Fronteras / Gonzalo Prados