Por Pablo Viola: @pviola14
Como en ningún lugar del mundo, desde hace medio siglo, el tenis en la Argentina sostiene una popularidad que la convirtió de una actividad de élite en un fenómeno por encima de la media. Todo ese proceso fue responsabilidad de Guillermo Vilas con sus actuaciones en los años 70. Tanta pasión adquirió en aquel tiempo que -al igual que sucede en el fútbol- el deporte blanco fue capaz de dividir aguas y plantear dicotomías al mejor estilo Menotti-Bilardo o Maradona-Messi. Nunca la suma, siempre la división.
Este fin de semana se vivió otro capítulo de la muy reconocida autodestrucción de una actividad que se retroalimenta desde la participación y que, a pesar de la erosión generada por varios sectores, siempre encuentra un sostén en el fervor de quien se apasiona por la misma, desde un plano amateur o profesional. Será porque en ese plano, el del llano, el deporte prevalece por sobre los intereses.
Han pasado un par de meses desde aquella consagración de Argentina en Zagreb y las consecuencias del título -en lugar de redundar en beneficios para la actividad- resultaron contrarias a lo esperado. El registro del fin de semana fue ambiguo. Actuaciones relevantes en lo deportivo como la de Berlocq, un equipo de tres integrantes ante la merma física de Schwartzman y la lucha de Pella frente el talento de Fognini. En el plano estructural un déficit marcado.
Recurriendo otra vez al fútbol, aquella frase de Jorge Valdano en la previa del Mundial de 1990: “nadé a través del océano y me ahogué en la orilla”. Italia volvió a ganar la serie de primera ronda como en Mar del Plata hace tres años. Más allá del resultado final, se mantuvo inalterable el espíritu de lucha y la unión del plantel, aquellos que llevaron a la Argentina al título en 2016. Fuera del contexto de equipo, las divisiones en el mundo del tenis volvieron a aflorar con fuerza.
Críticas fundadas y reclamos extemporáneos
Fue una semana difícil por cómo se vivió desde lo deportivo y lo periférico. La ausencia de Del Potro obligó a reestructurar aquel panorama de euforia inicial. La ecuación era: Copa Davis en nuestro poder y serie de local, igual a utilidades económicas para el desarrollo del tenis. Nada más alejado. El fin de semana tuvo un estadio a medio llenar y con escasez de estructura para albergar cómodamente al público.
¿Se cometieron errores en la organización de la serie entre Argentina e Italia en el Parque Sarmiento? Es cierto, no caben dudas al respecto. Desde el mismo momento en que se confirmó la sede, la superficie y la construcción de un estadio pequeño para el evento, se supo que Juan Martín Del Potro no sería de la partida. Desde ese instante el trabajo debió ejecutarse en base a la concurrencia. Precios de entradas accesibles y conformar un panorama viable para las empresas del mercado tenístico. Aumentar el consumo del producto tenis.
En medio de ese contexto de escasa afluencia de público y de mensajes cruzados por fuera de lo deportivo, se alzaron las voces con el reclamo impracticable de un homenaje al deporte blanco. ¿Invitar a todos los integrantes de equipos de Copa Davis a celebrar una actividad en la que siempre prevaleció el individualismo y la falta de sinceridad? ¿Era posible homenajear a Del Potro y Delbonis, cuando ellos mismos no participaban de la serie ante Italia? ¿Y si reaccionaba parte de la gente contra la ausencia de ambos? Opciones improcedentes por donde se las mire.
La madurez encontrada en el seno del equipo, fortaleciendo el grupo, compitiendo ante la adversidad y dejando hasta la última gota de sudor para ganar la serie, frente a las disputas externas por parte de dos facciones irreconciliables. Nada que nos pueda asombrar. El mismo proceso de autodestrucción existente en otras disciplinas, donde prevalecen los intereses personales antes que el bien común. Así somos y así seremos.
Es probable que ese merecimiento del título en noviembre -por todo lo que pensamos que Argentina le dio al tenis- sea un poco pretencioso. Hemos madurado en la concepción de grupo, aún nos falta en el plano periférico personal. En ese aspecto, el de los intereses creados, todavía debemos algunas materias y es probable que queden pendientes de por vida.
FOTOS: Sergio Llamera (AAT)