Por Pablo Viola
Cuanta acción hemos visto transcurrir esta temporada en los courts más importantes del mundo. Agazapados, aguardando la confirmación del duelo Murray-Djokovic nos encontramos con los Federer-Nadal de Australia a esta parte. Un verdadero volver a vivir con la historia misma de nuestro siglo. Resumimos en esos cuatro nombres -mayormente en los últimos tres-, una década y media grabada a fuego.
En este contexto revisionista, cuando se habla de historia, se conocen detalles e imágenes de los primeros tiempos con Bill Tilden, Fred Perry, Donald Budge y Los Mosqueteros -Lacoste, Cochet, Borotra y Brugnon-, otras cercanas a la Era Abierta con los Rod Laver, Lew Hoad, Ken Rosewall, John Newcombe y Tony Roche, y las más recientes, adentrándonos en nuestros tiempos, con los Bjorn Borg, Jimmy Connors y Pete Sampras, entre otros.
Nombres más, nombres menos -siempre habrá muchísimos más profesionales a los cuales nombrar por sus destrezas y títulos-, el deporte fue mutando, se fue transformando. Establecer una comparación se hace muy complicado. Las condiciones de juego, la tecnología aplicada al deporte en calzado, indumentaria, implementos -raquetas y pelotas- o en el cuidado y preparación de los escenarios, es de una notable evolución.
Como ejercer un parámetro comparativo sobre la grandeza de Laver o de Nadal. La preparación física y el esfuerzo con el que practica uno el deporte en la actualidad y el grado de sutileza con el que lo desarrollaba el artista de la década del 60, único ganador de dos Grand Slams en su carrera. No hay posibilidad de imaginarlos. Es posible que jugador por jugador les costara adaptarse a cada época. Nunca se sabrá.
Cuando uno observa jugar a este deporte a Roger Federer, aún a riesgo de equivocarse y desmerecer a otros, está observando una forma de ejecutar sus destrezas que trascienden las fronteras de los tiempos. El suizo puede golpear la pelota con la potencia de un jugador del siglo XXI y la sutileza de uno de mediados del siglo XX -como contra Berdych en las semifinales-, obligando a su rival a rendirse en una posición de ataque, saliendo con una jugada defensiva, como si la pelota llegara ralentizada, como si sus golpes fueran ejecutados en cámara lenta.
En cierta manera se observa ese grado de perfección desde una óptica subjetiva y tratamos de evaluarlo siendo racionales e imaginando imperfecciones. Sin embargo no es posible. Federer sigue asombrando a cada paso. A esta nueva versión le ha adosado calidad y determinación, aquella sobre la que no pudo sostener en otros tiempos resultados en La Catedral, abrumado por la competencia, por el alto nivel de los Nadal, Djokovic, Murray, y hasta de rivales más fugaces como Tsonga o el propio Berdych.
El renovado Federer que encaró la competencia en 2017 nos hace cuestionar todos nuestros pensamientos sobre un eventual retiro y rememorar aquellos tiempos en los cuales, ante esos movimientos abreviados y falta de desgaste, propiciábamos teorías sobre una mayor vida útil respecto del resto de los rivales. Un acierto que se consolida con el paso del tiempo, superando en la materia las proezas del longevo Jimmy Connors, semifinalista de Wimbledon y el US Open con 34 y 35 años respectivamente -también lo fue con 39 en New York-.
En la semifinal ante Tomas Berdych, Federer dispuso de oportunidades y neutralizó otras tantas de su rival. Quebró en el primer set para 3-2 y perdió su saque para cuatro iguales, sacó diferencia de 4-2 y saque en el tie break y perdió su servicio inmediatamente, pero volvió dar el golpe y se quedó con el mismo por 7-4. Lo que en algún tiempo podía ser una vacilación, en este momento de su vida tenística es una certeza. Federer no perdonó.
En el segundo set fue saque a saque, tan solo un par de opciones para el suizo y una única para el checo quien no volvió a quebrar en todo el partido. La llegada al desempate fue un alivio para Berdych quien siempre sacó en desventaja, pero antes del cambio de lado estaba 5-1 abajo. Y en ese acontecer y recuerdo de oscilaciones mentales, Federer cometió una doble falta en 5-2 y saque. Nada detuvo su andar y terminó ganándolo otra vez por 7-4.
Para el cierre, la posibilidad de quebrar en el séptimo game y el aprovechamiento por parte del número cinco del mundo. De allí al 6-4 tan solo una trámite. A un año de su último partido de 2016 -con derrota ante Raonic en semifinales- y a solo seis meses desde su regreso a la actividad oficial, reconfirmamos la presencia de vida sobrehumana en la Tierra. El suizo irá este domingo por su octavo título en su undécima final. Este Federer, aquel, el de siempre. El Roger Federer de todas las épocas… y de todos los tiempos.
Singles Caballeros – Semifinales
(7)Marin Cilic (CRO) a (24)Sam Querrey (USA) 6-7(6) 6-4 7-6(3) 7-5
(3)Roger Federer (SUI) a (11)Tomas Berdych (RCH) 7-6(4) 7-6(4) 6-4
Singles Junior Caballeros – Cuartos de final
Axel Geller (ARG) a Matteo Martineau (FRA) 6-3 7-5
Dobles Junior Caballeros – Cuartos de final
(2)Axel Geller/Yu Hsiou Hsu (ARG/TPE) a Efstathiou/Nijboer (CYP/HOL) 6-2 6-1
Singles Adaptado Caballeros – Semifinales
(2)Gustavo Fernandez (ARG) a Alfie Hewett (GBR) 4-6 7-6(4) 6-3
Dobles Adaptado Caballeros – Semifinales
(2)Hewett/Reid (GBR) a Gustavo Fernandez/Shingo Kunieda (ARG/JAP) 6-4 4-6 6-2
Fotos: Getty Images