Luego de conquistar Palermo por novena vez en 10 años, el cuarteto más ganador en la historia de la Triple Corona eligió seguir por otro camino. Cambiaso, Stirling, Mac Donough y Nero marcaron una dinastía.
Por Alejo Miranda
La noticia no debió impactar como lo hizo. Se sabía que podía ocurrir. Había habido indicios más que contundentes. Quizás no los quisimos ver. Quizás todos esperábamos que no fuera cierto. Cualquier excusa era válida para refutar lo evidente. Recién cuando el diario La Nación dio la primicia de que Pablo Mac Donough y Juan Martín Nero jugarán la temporada 2021 para RS Murus Sanctus todos caímos en la cuenta de la dura verdad: La Dolfina de la última década, uno de los dos mejores equipos en la historia del polo, no existía más. El cuarteto Cambiaso-Stirling-Mac Donough-Nero llegaba a su fin. Fueron 10 años de gloria en la que alcanzaron casi todo lo que se propusieron. Una combinación perfecta entre juego colectivo, mentalidad ganadora y química adentro y afuera de la cancha. Porque además de todo, eran amigos. El sentido abrazo que se dieron en el podio tras ganar Palermo por novena vez, la segunda mejor marca detrás del Coronel Suárez de la pareja de hermanos Heguy y Harriott (11 títulos, aunque en un lapso mayor de tiempo), resume este espíritu. Un equipo con mayúsculas.
Luego de ganar Palermo en 2019, Cambiaso anunció que 2020 sería el último año de los cuatro fantásticos. Quería jugar con su hijo Poroto, que en 2021 llegaría al Abierto con casi 16 años y él, con 46. Otro sueño por cumplir, como tantos que logró a lo largo de su carrera. Pero empezaron a suceder cosas que pusieron en duda esta ruptura. Nero se quebró la clavícula y la muñeca antes de empezar la temporada y llegó con lo justo a Palermo. En Tortugas se lesionaron Mac Donough y Stirling y La Dolfina estuvo lejos de los dos títulos. Había dudas sobre cómo llegarían al Abierto. Hasta perdieron un invicto de ocho años y 34 partidos al perder con Murus Sanctus. Y la pandemia, claro. El hecho de que se jugara sin público también hizo titubear a Cambiaso. ¿Se iba a despedir así? También ocurrió que Poroto se ganó el derecho a jugar Palermo por derecho propio, ya que con Brava se clasificó para la Triple Corona 2021 tras ganar la Cámara y el Repechaje. Había que agarrarse de cualquier cosa para seguir soñando.
Del otro lado, se sucedieron algunos factores que conspiraron para que todo se desencadenara de la manera en que finalmente ocurrió. “Lo bueno es que cada uno está abierto a hacer lo que quiere, eso fue lo que quedó claro para todos”, anticipó Nero en una entrevista a La Nación previo a la final. Premonitorio. El factor económico fue decisivo. Bob Jornayvaz, el patrón de Cambiaso en Estados Unidos los últimos años y gran sostén de este cuarteto de La Dolfina, se alejó del polo. Nero había perdido su contrato en Inglaterra. Entonces llegó el llamado de Corinne Ricard, la patrona francesa dueña de Murus Sanctus, y todo se encaminó. Tentó a Nero y Mac Donough y se terminó este equipo de La Dolfina.
Cambiaso ya había anticipado que seguiría al lado de Pelón Stirling, el más cercano de sus tres amigos/compañeros. No obstante, no avanzó con la idea de jugar con Poroto, su hijo. Clasificado por mérito propio, le dio la oportunidad de seguir con su equipo (Brava) y postergó un año su llegada. En cambio, convocó a Francisco Elizalde, de Murus Sanctus, de consagratoria temporada tanto en Estados Unidos (campeón de la CV Whitney Cup) como en la Argentina, autor de goles claves en las victorias más importantes de su equipo. Y completó el equipo con Diego Cavanagh, también muy cercano a él, el estandarte del segundo equipo de Cañuelas, La Dolfina Polo Ranch. Un equipo de 38 goles nada despreciable, pero que en las preferencias (y en handicap) empieza detrás de Ellerstina (39) y RS Murus Sanctus (39).
Todavía resuena aquella frase de Pepe Heguy: “Cunado llamó a Nero, Cambiaso le hizo jaque mate al polo”. Apenas comenzaba 2010 y Ellerstina había anunciado que sería el último año del cuarteto Facundo-Gonzalito-Pablo-Juanma. La irrupción del hermano menor de los Pieres, Nicolás, obligaba a un cambio de rumbo. Cambiaso tomó nota rápidamente y en un cónclave en Palm Beach y se hizo de los servicios de ambos. Ya ese año jugó con Stirling por primera vez (había debutado en 2009 con Indios Chapaleufú II) y vio cómo sus futuros compañeros ganaban la Triple Corona. No le puede haber dolido menos.
Los comienzos, igualmente, no fueron tan sencillos. Ganaron Palermo en 2011 de manera amplia, pero pese a los favoritismos al año siguiente vieron cómo Ellerstina les robaba la corona con más garra que polo. Algunos reproches dentro de la cancha dejaron entrever que la relación entre los jugadores no era la mejor. Entonces llegó el factor X, el que le dio un vuelco definitivo a este equipo. Por iniciativa de Pablo Mac Donough, convocaron a Milo Fernández Araujo como coach. El impacto fue decisivo. Milo convirtió a La Dolfina en una máquina de ganar. Su influencia excedió por mucho las cuestiones tácticas. Antes bien, se enfocó en la parte humana. Hizo que hicieron prácticas en conjunto, cuando hasta entonces, increíblemente, Cambiaso y Stirling lo hacían en Cañuelas y Nero y Mac Donough en Pilar. Hizo que se juntaran a comer asado, a jugar al golf. Que se hicieran amigos. En sintonía afuera de la cancha, resultó mucho más sencillo que funcionaran bien adentro. El resultado: tres Triples Coronas consecutivas. Impresionante. Y siguieron ganando Palermo tres años más.
El hecho de que enfrente haya habido un equipo como Ellerstina engrandece todavía más el logro de esta versión de La Dolfina. Porque una cosa es ser superior, como evidentemente lo eran, pero otra es mantener la constancia año tras año. Enfrente había un equipo que en cualquier otra circunstancia debería haber ganado el Abierto más veces de la única que ganó en 2012. Los cuatro títulos en Tortugas y los cuatro en Hurlingham y las veces que estuvieron cerca en la Catedral (incluida ésta de 2020 con la llegada de Hilario Ulloa) dan cuenta de las virtudes de los Pieres. Pero La Dolfina tenía un plus en el Abierto.
La discusión sobre si es o no el mejor equipo de la historia no tiene mucho sentido. Ya el hecho de que pueda plantearse ese dilema alcanza para describir la magnitud de lo que logró La Dolfina 2011-2020. Es cierto que se quedó a dos títulos de los 11 que sumaron Alberto Pedro Heguy, Horacio Antonio Heguy, Juancarlitos Harriott y Alfredo Harriott. Pero también es cierto que las nueve conquistas de La Dolfina fueron en un lapso más corto de tiempo: 10 años contra 13. Además, están igualados en títulos de Triple Corona: 19 cada uno.

Siempre Cambiaso
Un párrafo aparte para Adolfo Cambiaso. El padre de la criatura, que supo reinventarse cuando ya había ganado para seguir ganando. Decir que armó el equipo para que pudiera seguir siendo campeón, no obstante, es minimizar su influencia dentro de la cancha. A los 45 años, sigue siendo el mejor del mundo y sigue siendo tan desequilibrante como cuando hizo su fulgurante aparición en 1992. Un jugador de otro planeta, que no tiene quien lo iguale en esta era, que marcó una época y sigue superándose a sí mismo, como para demostrar que no hay límites cuando uno se lo propone.
Haber ganado Palermo por 17ª vez en su carrera le permitió alcanzar a Alberto Pedro Heguy como el tercero más ganador, sólo detrás de Juancarlitos Harriott (20) y de Horacio Antonio Heguy (19). En Triple Corona acumula 39. Si se le pregunta por una comparación, él pone en la balanza también lo conseguido en Estados Unidos e Inglaterra, donde es el rey indiscutido.
Comenzó jugando para Ellerstina, apadrinado por Gonzalo Heguy. En su debut, con tan sólo 17 años, anotó 16 goles, récord para entonces. Dos años más tarde ganó la Triple Corona y se convirtió en el jugador más joven en alcanzar los 10 goles, marca que luego sería superada por Facundo Pieres. Pero lo más sorprendente es lo que logró a partir de su escisión de Pieres. Pese a que allí disponía de la mejor organización, en 2000 eligió armar la suya propia. Desde entonces jugó 21 Abiertos y sólo una vez faltó a la final, en 2004. Ganó con tres formaciones distintas: en 2002 con su primo Bartolomé Castagnola y los hermanos Juan Ignacio y Sebastián Merlos, en 2005, 2006, 2007 y 2009 con el Lolo, Mariano Aguerre y Lucas Monteverde, y nueve más con este equipo que en 2020 llegó a su fin.
Este año superó la astronómica cifra de 1000 goles en el Abierto. Al final terminó con 45, que lo posicionaron como el máximo goleador una vez más, para totalizar 1026. Un año difícil, en el que Nero sufrió tres intervenciones quirúrgicas, en el que Stirling se perdió casi toda la Copa de Oro inglesa, que terminó festejando desde el costado de la cancha gracias a la proeza de Cambiaso y Poroto. Con la pandemia que puso en vilo al polo durante casi todo el año excepto escasas excepciones. Donde los cuatro sólo pudieron juntarse para el debut en Palermo y apenas jugaron cinco partidos juntos. Donde perdieron el invicto de ocho años y 34 partidos. Donde se levantaron a tiempo y terminaron en lo más alto.”
“Fue un año duro para nosotros, pero terminamos ganando el título más importante, que era lo que queríamos. Se recuperó Juanma, que era lo más difícil que nos pasó este año”, dijo Cambiaso a Polo Mundial tras el partido. “Estoy contento con las cosas que voy logrando. Siempre este equipo se tuvo fe. Somos un equipo bueno que cada juega en su posición y nos llevamos bien.”
Cuesta entender que ese abrazo interminable del podio final haya sido el último. Tanto que nadie lo quiso creer cuando se oficializó la noticia. La despedida, ante las tribunas semivacías de la emblemática Catedral, quizás no haya sido con el marco que merecían estos diez años. Pero fue con Cambiaso, Stirling, Mac Donough y Nero en lo más alto del podio. A eso apuntaron, allí llegaron. En el fondo es lo que realmente importa. Los cuatro fantásticos no van a jugar más juntos, pero son eternos.
Fotos: Sergio Llamera