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Pablo Mana, el soldado del polo

Por Claudio Cerviño.

Cordobés de Vicuña Mackenna, participó del desembarco el 2 de abril de 1982 en las Islas Malvinas, y es el chico de la foto con la bandera inglesa; hoy colabora con Adolfito Cambiaso en La Dolfina Sancor Seguros Polo Team. Una historia de vida increíble.

Se lo puede ver cualquier día en La Dolfina, durante la temporada de alto handicap, sentado en un carrito de golf junto con Adolfo Cambiaso, tomando el tiempo de una práctica y también unos mates. Mirando jugadores, observando la reacción de algunos caballos.

Se lo puede ver cualquier día de partido de La Dolfina Sancor Seguros Polo Team en la Triple Corona en los palenques. No desempeña la función de petisero, pero sí está al pie del cañón para cualquier inconveniente o imponderable que surja en la antesala del compromiso de turno. “Al primero que recurren es a mí y los ayudo con gusto”. En rigor, va a mirar los partidos.

Pablo Mana, de 54 años, casado con Paola Casanova y con 4 hijos (Augusto, Mateo, Pilar y Santos), es un personaje pintoresco, como todo cordobés. Nacido en Vicuña Mackenna, a unos 30 kilómetros de Washington, ahí donde Cambiaso tiene su campo, su verdadero lugar en el mundo, que descubrió hace casi dos décadas. Polista discreto (“soy muy choto”, graficó), hijo de Enrique, también jugador (“también choto”, admitió) y dedicado a comercializar caballos desde la época del Gordo Moore, Mana se instala en Cañuelas en la temporada alta y es el organizador de cada práctica que se realiza en La Dolfina. Arma los equipos, distribuye las camisetas, toma los tiempos de los partidos. Pone especial énfasis en que “todos la pasen bien y que se diviertan”. Y concluido el Abierto de Palermo, regresa a su tierra.

Claro que mucho antes de conocer a Cambiaso y de involucrarse más con el polo, Mana tuvo una experiencia de vida que lo marcó para siempre. Tenía apenas 19 cuando de pronto se encontró, una madrugada del 2 de abril, desembarcando en Malvinas. Y con un detalle increíble: es el chico de la famosa foto con la bandera inglesa debajo del brazo tomada ese mismo día. Una imagen que recorrió el mundo.

Pasaron 34 años desde aquel día, pero es como si fuese hoy…

“Estaba haciendo la conscripción. Era Infante de Marina. En la Armada, la colimba eran 19 meses y yo ya era un milico viejo porque nos incorporaban a los 18. Me quedaban 6 meses nada más y me tocó vivir esa increíble experiencia, medio de casualidad. Era asistente del capitán Roberto Roscoe, que era el traductor en ese momento. Olfateaba que algo se estaba preparando. No sabía qué exactamente. Dudábamos si el tema era con Chile, por el Beagle. Yo tenía mucha confianza con él y un día le dije: “Capitán, yo sé que algo se está gestando. Ténganme en cuenta que también quiero ir”. Y me contestó: “Vas a ser el primero en ir conmigo si hay algo. Y me enteré arriba del barco, ya en viaje, cuando nos dieron balas de guerra para probar los fusiles nuevos. El almirante Carlos Büser, jefe de misión, fue el que nos dio la noticia de adónde íbamos. Yo era el radiocomunicante de ellos. Por eso quedé cerquita de todo. Tuve la suerte de estar con ellos, que eran pesos pesados”, rememora.

Salieron desde la base Naval de Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca, con el buque de tropa Cabo San Antonio. Tardaron casi 6 días en llegar. “¡Fue el peor viaje de mi vida! Nunca más me voy a subir a un barco. Impresionante la descompostura durante 4 días. No podías comer ni un caramelo. Cómo se movía el barco, la tormenta”, confiesa Mana.

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-Y cuando te dicen que es lo que van a hacer, ¿cuál fue tu sensación?
-En esa época, a los 19 años, uno se cree que es inmortal. Yo estaba feliz. En el momento no sentís absolutamente nada. Después tomás conciencia. Hoy, con 54 años, no sé si no estaría corriendo para que no me maten. No recuerdo haber sentido nada. Estaba contento, con ganas de bajar. Nos pasaba lo mismo a los 800 que desembarcamos.

-¿Y cómo se llega a la historia de la foto con la bandera?
-Cuando bajamos, se divide la fuerza en dos. Una se encarga de ir a tomar la casa del gobernador y otra de ir a tomar el cuartel de los Roger Marines, que casi no tuvo resistencia porque la mayoría se había ido a defender la casa. Ahí fueron las 3 horas de tiroteo, de 6 a 9 de la mañana, y es donde lo matan al capitán Pedro Giacchino. Una vez rendidos los ingleses, entramos en la casa con el teniente Tudury para constatar que no hubiese nadie. Descubrimos una puerta, cerrada. Se escuchaban voces. La abrimos de una patada y adentro había un radio encendido y 2 o 3 soldados ingleses comunicándose con Londres. Los tomamos prisioneros. Empiezo a recorrer de curioso la oficina del gobernador y encuentro en un cofre la bandera inglesa que iba a ser izada ese día. ¡No les dimos tiempo de izarla porque llegamos antes! Rompí el cofre y la saqué debajo del brazo, como un acto instintivo. Pensé “me la llevo de recuerdo”. Cuando salgo, había un fotógrafo argentino y me sacó esa foto de lejos. Una foto histórica que recorrió el mundo.

-¿Y estuviste en la guerra en sí?
-No, yo estuve en la parte más linda: la del desembarco y del tiroteo. Nosotros nos volvimos. Quedó el ejército para defender la isla. Regresamos en un Hércules a Río Gallegos y de ahí en otro avión a la base Espora, en Bahía Blanca. Y lo que vino después fue más increíble.

-¿Por qué, qué pasó?
-Como mi comandante no había vuelto con nosotros, yo estaba solo. Me bajé en la terminal de micros de Bahía y me tomé uno a mi pueblo. ¡Yo tenía ganas de contarle a alguien lo que había vivido! El 5 de abril llegué a Vicuña Mackenna, que es un pueblo chico. A las 4 de la mañana caminaba de la terminal a mi casa y sólo había una luz encendida: la del kiosko de Miguel Rava. Me acerco y veo la revista Gente. Con una foto y un cartel que decía: “Nuestro Pablito Mana en Malvinas”. ¡Era yo! Ni sabía que me habían sacado la foto. Mi mamá se quería morir cuando me vio. A los pocos días volví al batallón y así estuve hasta que me dieron de baja en octubre.

-Pasado el tiempo, ¿qué reflexión te merece todo aquello?
-Soy feliz por haber vivido parte de la historia. Por supuesto que han cambiado las épocas y hubo distintas etapas con Malvinas. Vino la democracia, se mezcló un poco lo que había sido Malvinas con la represión, con los desaparecidos. No tenía nada que ver, mezclaron todo. Sé que la guerra no es buena para nada. Fue una decisión de querer recuperar algo que es nuestro y que lo tenemos perdido. No es ni apoyar a los milicos o si estuvo bien o mal la decisión. Lo mío fue otra cosa. Ahora se está reivindicando el tema Malvinas y se le da más bolilla que antes. Los 25 de Mayo, los 9 de Julio en los pueblos, cuando hay desfiles, notamos el afecto de la gente. Lo que vino después, y sigue pasando, es terrible. Murieron más ex combatientes después de la guerra que soldados en Malvinas.

Después de la guerra, Pablo volvió a Vicuña. Vivió en Córdoba y estudió fugazmente Ciencias Económicas en Río Cuarto. A los 30, se metió más con el polo junto a su padre. Y un día conoció a Adolfito. “Compró su campo por consejo de Pieres (Gonzalo), que ya tenía el suyo ahí. Conocía a mi papá. Empezó una relación. Somos amigos. Alguna vez me ofreció hacerme cargo de un campo porque necesitaba gente de confianza. Le agradecí, pero no quiero ser su empleado, sino su amigo. Estoy para lo que necesite. Le organizaba las prácticas en Washington y alguna que otra exhibición. Y así, cuando se formó este nuevo equipo de La Dolfina, con Pelón Stirling, Pablo Mac Donough y Juanma Nero, me dijo de venir para hacer lo mismo en el club. Y aquí estoy. Muy a gusto”, dice, orgulloso.

-¿Hablás con Cambiaso sobre la guerra?
-No, casi nada. Él sabe del tema, pero no lo tocamos. Y en los asados tampoco. No soy de chapear con eso. Con Adolfito hicimos viajes de 600 kilómetros en auto, tomando mate, los dos solos, y nunca hablamos de Malvinas.

-Vivís desde adentro lo que hace La Dolfina Sancor Seguros Polo Team, un equipo histórico. Debe ser una experiencia muy particular.
-No dejan de sorprenderme el equipo y Adolfito. Mirá, hablamos hace un tiempo de que iba a clonar y todos pensábamos que estaba loco. Nos decía “yo les voy a demostrar que se puede y mi sueño sería tener un palenque de Cuarteteras”. Y hoy lo logró. Veo jugar a La Dolfina Sancor Seguros Polo Team, y uno cree que con todo lo que han ganado los últimos años, van a aflojar. Y resulta que va y gana el Jockey con una mujer (Lía Salvo). Sigue haciendo historia. Después va, juega y gana Tortugas con un nivel que parecía que tuviera 30 años. ¿Qué se puede decir?

-Ya tenés 54. ¿Cómo te imaginás en 5 años? Si Adolfito larga…
-En algún momento se va a retirar, es así. Vamos a tratar de estirarlo lo más que se pueda para acercarlo a que juegue con Poroto, que ya anda por los 11. Por ahí seguimos teniendo laburo todos con Poroto (risas).

* Entrevista publicada en la revista POLO MUNDIAL 93.

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